domingo, 20 de enero de 2008

veinte años


Cada 21 de enero pasa lo mismo: el teléfono suena, felicitaciones virtuales, por celular o personalmente. Mi abuela contando una y otra vez qué pasó la madrugada de ese jueves lluvioso cuando nací. Mi papá contemplando la nursery del Hospital Israelita y analizando casi matemáticamente el por qué de la diferencia de tamaño y étnica que había entre mi vecino de cuna y yo.

Mis últimos cumpleaños tuvieron un factor común, o me estaba yendo de vacaciones o ya estaba en otro lugar. Ese deseo de escapar se hizo tardío este año. Decidí que sería mejor para variar pasar mis 20 eneros, como lo denomino, en Capital. Obvio, no nulo mi deseo, sólo tardío, dejo Buenos Aires el 22.


Mi festejo, previo a mí cumple, fue más de lo que pude esperar. Amigos de la primaria, secundaria, facultad y la vida se llevaron todos bien. Hubo bajas en los invitados, obvias de esta época que todo el mundo deja esta fucking city, que se notaron, pero no por eso se dejó de festejar.

A mucha gente le deprime el famoso “cambio de década”. Por ahora, no me veo afectada, es más, me gusta cumplir años, me pone feliz, más aún cuando tengo la posibilidad de pasarlo con la gente que me quiere. Mejor todavía si ese año apareja tantas promesas de que lo voy a pasar muy bien.


Por ahora me despido, ya que hoy por la noche parto para mi destino: San Bernardo. Cuando vuelva van a deleitarse con una crónica de viaje, que espero disfruten. Los dejo sin más, sólo con un feliz cumpleaños a mí.

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