reflexiones de la mala suerte

Ahh, la vida. Tan inpredesible ella que nos hace creer que todo es maravilloso en un momento, y al siguiente nos dice "no no querida, no te emociones que vuelve a ser lo mismo de siempre".
Si, cómo es que los momentos de perfeción no duran tanto como los malos. Las rachas de buena suerte son infinitamente menores a las de la mala suerte, que siempre está acechando como si fuera un buitre sobre esta cabeza colorada.
Como me decía esa persona que compartía mis días hasta hace poco, yo por ser colorada, era yeta. Con los deportes y con todo en general. Quedó demostrado el primer día que salimos, fuimos a ver a los Pumas, que perdieron terriblemente en la cancha de Velez. Así como en los deportes, transporté mi mala suerte por la vida. Hasta llegar al punto de vivir en la otra punta del mundo, y no tener más de dos horas libres en mi vida.
Se que este posteo suena muy llorón, al estilo "todo me pasa a mí", pero entiendan que no es mi punto. Mi punto, es tratar de analizar como la vida te golpea todo el tiempo, sin darte un respiro. A veces ese respiro es tan largo que nos agarra desprevenidos el manotazo de vuelta a la realidad.
Yo se que si una es pesimista, las cosas malas suceden solas, y no es casualidad que mi racha haya comenzado con un abandono. Por eso, el cambio de actitud me llevó a ser una alegre de la vida de nuevo, pero adivinen, ESO TAMPOCO FUNCIONÓ!
Porque las cosas malas siguen pasando, porque a lunes siento que no puedo más y que nada me va a salir bien.
Por suerte los tengo a mis amigos y amigas que siempre están conmigo, que no me dejan y se preocupan por esta ameba que va desparramada por la vida, para que pueda volver a ser esa chica, pachanguera y chicharachera que era hace un tiempo, y está encerrada en este paracito parlante que soy hoy.
GRACIAS, A ELLOS.