viernes, 18 de febrero de 2011

Reflexión de un día lluvioso

Me puse a pensar y me di cuenta de algo... siempre fui mejor escribiendo que haciendo otra cosa. Cómo llegué a esta conclusión? Es fácil. Me puse a pensar en todas las cosas que hago y la cantidad de cosas que hago mal. Primero HABLAR, si, soy de hablar mucho y la gente que me conoce lo sufre cada día, que hable mucho no significa que lo haga bien, no? Siempre me mando alguna "tamareada" como suelo decir, digo cosas que no tengo que decir, me piso, trato de arreglarla y me sale peor, y muchas veces no tengo convicción con las cosas que digo así que dejo las charlas a la mitad.
Otra cosa que hago es COCINAR, es esto si me defiendo, si le pongo voluntad, puedo hacer cosas muy ricas, pero que pasa? tengo un leve problema de torpeza crónica, o como para hablar más simple, soy catrasca... un pato criollo (Creo que por eso me gustan tanto los patos, me siento identificada), entonces si estoy un poco cansada y/o distraida, algo pasa. Cortes, miles, comida quemada, miles, comida cruda, miles... y podemos seguir hasta el punto de que la comida era directamente incomible.
Algo que definitivamente no se, es defenderme de ataques verbales, siempre me quedo muda y capaz a la media hora se me ocurren por lo menos 10 cosas para decirle a la otra persona y quedar con clase y altura. Pero no tengo esa mente privilegiada que puede contestar y dejar a la otra persona callada.
Aunque estos días me estoy, como diría la publicidad, animando a más, porque estoy realmente harta de tantas cosas que me hacen actuar como nunca antes, cosa que veo muy provechoza ante situaciones de la vida cotidiana que me hacen estallar.
No puedo hacer manualidades, rompo la ropa al lavarla, no se planchar camisas, y puedo seguir nombrando cosas que no se hacer bien, pero creo que eso ya los aburriría, así que mejor los dejo, con esta reflexión de un día lluvioso.